El día 8 de marzo es un día de celebración y reivindicación. Lamentablemente este año, con las circunstancias sobrevenidas, hay poco que celebrar.

El estallido de una guerra en el corazón mismo de Europa así lo pone de manifiesto. Si la situación de las mujeres siempre es discriminatoria con respecto a la del hombre, pues estamos muy lejos de haber alcanzado la igualdad real, en situaciones de conflicto bélico como ésta las dificultades de las mujeres se acrecientan. Los distintos conflictos bélicos que se han dado a lo largo del mundo así lo atestiguan.

La mujer, en situaciones de lucha armada o guerra, suma a la desigualdad y la discriminación sufrida por el hecho de ser mujer, la discriminación derivada de la situación de refugiada o víctima de la violencia armada que empeora su situación en muchos sentidos: un menor acceso a la salud, a los cuidados materno infantiles, una mayor carga de violencia pues se producen violaciones de mujeres y niñas y un largo etc.

En caso de guerra la mujer se ve relegada a deficiencias en su salud reproductiva, lo que supone un aumento de las tasas de mortalidad materno infantil, muchas mueren por complicaciones durante el embarazo o parto. La elevada mortalidad materna es una realidad en estas situaciones en las que dar a luz por ejemplo es una práctica de riesgo para su salud, amén de los embarazos no deseados resultados de las violaciones.

Son muchos los conflictos armados en los que mujeres y niñas con sometidas a agresiones y violencia precisamente por su condición, siendo utilizadas como arma y agresión en el enfrentamiento entre contendientes. Las más jóvenes, e incluso niñas, son secuestradas o reclutadas a la fuerza para ser explotadas sexualmente por grupos militares o paramilitares, teniendo también mayor riesgo en las enfermedades de transmisión sexual.

La mujer es mayor víctima en muchos países con culturas patriarcales cuando desaparece la figura del hombre. La considerable vulnerabilidad tiene que ver también con la desintegración de las familias. Los hombres abandonan voluntariamente o por coerción a sus familias para incorporarse al ejército, lo que supone que las mujeres se quedan a cargo del sostenimiento económico de la casa. Se convierten en cabezas de familia con varios hijos a su cargo o padres ancianos y sin acceso al mercado laboral pues no hay espacio para ellas.

La única salida en muchos casos es la mendicidad o la prostitución, pues la falta de preparación educativa y la vulnerabilidad económica convierten a mujeres y niñas en presa fácil del comercio sexual. Se les pide relaciones sexuales a cambio de seguridad, alimento, manutención de sus familias. El sexo en situaciones de conflicto se convierte así en una estrategia de supervivencia. Según hay demostrado un estudio de la OMS, el comercio sexual emerge en torno a los núcleos de asentamiento de refugiados o desplazados.

Ante situaciones de conflictos bélicos el resto de los países deberían ponerse en marcha para tratar de sofocar el ansia de poder, la maldad y locura de estos líderes dictatoriales. Pero además se deberían hacer muchas más cosas.

Desde la asociación pedimos que ante este tipo de situaciones extremas de guerra:

  • Se ratifiquen tratados internacionales que protejan los derechos de las mujeres y de las niñas.
  • Se adopten y cumplan leyes para poner fin a la impunidad, juzgando a los culpables de violencia contra mujeres y niñas y otorgando reparaciones y soluciones a las mujeres por las violaciones de las que fueron víctimas.
  • Se haga que la justicia sea accesible a estas mujeres y se aumente la cantidad de mujeres en los cuerpos de Policía y en los principales servicios, garantizando el acceso universal a servicios esenciales para cubrir las necesidades urgentes e inmediatas de las víctimas.
  • Se realicen intervenciones rápidas para su seguridad y protección, viviendas y refugios seguros para ellas y sus hijos, apoyo psicosocial, cuidados postviolaciones, ayuda jurídica gratuita, etc.
  • Involucrar a medios de comunicación de masas en la creación de opinión pública y poner en tela de juicio las normas de género que perpetúan la violencia contra mujeres y niñas.
  • Trabajar con los jóvenes para que sean defensores del cambio y se ponga fin a la violencia.
  • Movilizar a hombres y niños de todos los estratos para que se manifiesten en contra de la violencia hacia mujeres y niñas.
  • Otro punto importante es brindar formación a quienes trabajan en servicios sociales, policía, abogados, jueces, trabajadores sociales y personal de salud.

En definitiva, poner fin a la impunidad frente a la violencia sexual en los confictos juzgando a los culpables.

Comparte esta página