Quien la conoce, ha escuchado o visto alguna vez sabe que Carmen Fernández es una mujer comprometida con el feminismo. Empezó a serlo desde pequeña y sin saberlo. Cuando en España casi no se pronunciaba esta palabra. De hecho, estaba mal vista en aquella sociedad.

Cofundadora de la Asociación de Mujeres María de Padilla

Con 79 años, puede decir con orgullo que ha dedicado 35  a la Asociación de Mujeres María de Padilla. Pionera en Toledo, comenzó a fraguarse como un grupo de costura.

“Lo que menos hacíamos era coser”, recuerda con nostalgia. Cofundadora de esta asociación e incansable trabajadora por los derechos de la mujer, desde pequeña veía ya las desigualdades que, por otro lado, “creía que aceptaba porque era el tiempo que me había tocado vivir”.

En plena década de los ochenta, en Castilla-La Mancha aún no existía ni se tenía en mente el Instituto de la Mujer. Nuestra región acababa de nacer. No así el feminismo que ya había irrumpido en España. Aun así eran movimientos minoritarios. Surgían casi siempre como asociaciones de amas de casa o de la mano de partidos políticos excepto el Frente de Liberación de la Mujer (que se creó en Madrid en 1976 pero se movilizó en la Transición y declaró su independencia política).

“En aquél entonces, la única manera de salir de casa sin levantar sospechas y sin que tu marido te dijera: ¿a dónde vas?, era apuntarse a un taller de costura. Como yo hacía la ropa a mis hijos, una vecina me animó a apuntarme al taller que organizó Mari Carmen Calvo Cirujano, más conocida como Pizqui.

“Las reuniones eran por la tardes, de cinco a siete. Cuando ya habíamos dejado a los niños en casa, después del colegio. Y luego, nos marchábamos a tiempo para poder hacer la cena y así nadie se pudiera quejar. Nosotras nos podíamos fallar “, recuerda.

Carmen tenía tres hermanos. Su padre era chófer de la Fábrica de Armas y su madre trabajaba en la limpieza de casas. Así que sin que nadie la preguntara, le tocó asumir la responsabilidades de cuidar de la casa y de los demás Se casó, y diez años y tres hijos después, empezó a ponerle nombre a sus pensamientos, inquietudes… se reconoció como feminista y empezó a compartir vivencias y frustraciones con las otras mujeres del taller.

Toma de contacto y conciencia feminista

“Había una parte de mi vida que sentía vacía. Me preguntaba: ¿Dónde estoy ? Sabía quién era como madre, como esposa, como hermana, como hija… me sentía reconocida pero no como mujer. Sentía que había una parte de mi que no vivía y tuve que venir aquí (en la sede de la asociación, todavía hoy, en el Centro Cívico de Palomarejos) para descubrir que la parte que no vivía eran mis derechos”.

En esas tardes de “costura” hablaban de sus responsabilidades, obligaciones, de sus miedos y aspiraciones… y empezaron un camino. Decidieron tejer su propio destino, basado en reivindicar su espacio y acercarse, paso a paso, a la deseada igualdad.

“Fue entonces cuando supe por qué mi padre cuando llegaba a casa de sus viajes por trabajo, sólo explicaba a mis hermanos dónde había estado o parado. Tú no, tú vete a la cocina con tu madre que esto es para tus hermanos y para mi”. “Aquello me dolía”, lamenta.

Y pese a los avances conseguidos, aún hoy, recuerda que las mujeres tenemos un espacio y un tiempo diferente porque “aunque nos parezca que hemos conseguido mucho, aún dedicamos más tiempo a cuidar y limpiar”.

Empezaron los cambios

En 1987, empezaron por lo más importante: reconocer sus derechos, su espacio, “su baldosa”, que no era más que el reconocimiento de ese lugar elegido por uno mismo y no impuesto por la sociedad.

“Queríamos cambiar el mundo pero decidimos que era demasiado grande, así que empezamos por el espacio más cercano. Fuimos como una mancha de aceite que se fue extendiendo para alcanzar a todo el mundo”.

Y una vez alcanzado esa conciencia feminista, llegaron las oportunidades, las charlas sobre cultura y lo que hasta entonces parecía un tema tabú: la sexualidad.

“Aquello fue un boom. Hubo quien salió espantada de aquí porque venía una sexóloga a hablar clarito. Y se asustaron muchísimo. Se marchaban. Pero creo que todo eso nos fue haciendo crecer y ver que la vida no era lo que nos habían enseñado”.

Poco a poco, todas las que como Carmen compartieron ese tiempo de descubrimiento, avanzaron en derechos y con ellas, sus familias.

“Yo siempre he dicho: yo no me peleo con ningún hombre y menos con mi marido. Pero siempre le he dejado claro: mi baldosa es mía y la comparto contigo porque quiero, no porque me obliguen”.

Orantes abre el camino de lucha contra la violencia de género

En medio de esa aventura estaban Carmen y sus compañeras cuando asesinaron a Ana Orantes.

“Habíamos visto en los talleres que había compañeras que llegaban y decían: no sabes la que he tenido hoy, simplemente, porque la sopa estaba caliente o porque no estaba a tiempo”.

La muerte de Orantes fue un antes y un después. La Asociación de Mujeres María de Padilla se posicionó contra la violencia de género. Para estas mujeres era la mayor desigualdad “porque es la que cuesta la vida”.

“Contabilizamos las mujeres asesinadas pero cuántas hay que están muertas en vida. Y hay muchas maneras de vivir”.

Con las puertas abiertas de par en par e incluso con una atención en un local comercial alejado de las miradas indiscretas y para proteger su intimidad, la atención a estas víctimas no fue fácil.

“Todavía escucho a mujeres decir: oye que es mi marido, el padre de mis hijos y no quiero echar tierra sobre él. Y yo les digo: y si no te pega ni te ha hecho nada, ¿por qué nos llamas?”

Para dar respuesta a todas esas demandas, hicieron un programa de atención a víctimas de maltrato. Presentaron el proyecto a la Dirección de la Mujer, que estaba entonces con Bienestar Social, y quedó aprobado.

“Empezamos a atender a todas esas mujeres a las que no preguntábamos ni preguntamos nada. Todas se llevan un abrazo. Una de las cosas que más rabia me ha dado de la pandemia, es no poderlas abrazar. Hacemos acompañamiento a los juicios, les damos apoyo psicológico… lo que necesiten”, nos explica.

Entrevista extraída de cmmmedia.es. Pulsa aquí para leer el artículo completo.

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